“El primero de nuestros deberes es poner en claro cuál es nuestra idea del deber”
Todos y cada uno de nosotros, sin excepción, crecimos bajo el yugo del deber ser. Haya sido de forma explícita o no, nos embutimos una serie de “deberes” y nos los creímos, la mayoría de las veces sin siquiera hacer consciencia. El problema de tragarse esos “deber ser” es que, con seguridad, han sido motivo de más de una pelea interna cuando aparece el “querer ser” y este se rebela y desea imponerse. Y debe.
Es claro que los “deber ser” provienen del entorno. Son aseveraciones de nuestra familia, sociedad o religión, que provocaron en nosotros creencias limitantes o condicionamientos. Sin embargo, en la medida que se experimenta la vida, aparecen deseos o intereses que retan esos preceptos y es allí donde torpemente uno se complica la existencia por temor al “qué dirán” y pagar la condena por ir en contra de lo esperado por la sociedad. Vaya estupidez.
¿Quién dice lo que debe ser? La vida se debe vivir con libertad y soltura, punto. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de discernir y decidir lo que le gusta o no. Ser independiente significa actuar acorde a nuestra voluntad y tomar las decisiones que nos hacen felices, así no sea popular; en otras palabras, es dignificarse. No venimos a ganar un concurso de popularidad ni a vivir la vida del resto sino la de uno. Si a los demás no les gusta, pues bien puedan, que su problema es encargarse de la suya.
Quiero hacer la aclaración que hay ciertos deber ser que no cuestiono. Son aquellos que nos permiten vivir en armonía con el resto de la especie sin vulnerar los derechos de los demás. Esto son los que tienen que ver con el cumplimiento de la ley o los relativos a la ética (como la honestidad, la verdad), pero solo reconozco esos, de resto, uno es libre de hacer lo que desee o le interese.
Seguro alguno de estos “deber ser” te suena familiar: debes estudiar derecho porque tu papá tiene un despacho; debes casarte por la iglesia; debes vestirte de cierta manera para ir a ese evento; y así pudiera seguir al infinito con la lista de bobadas que nos condicionan. Somos totalmente conscientes de algunas de ellas, pero hay otras que estan alojadas muy allá en el subconsciente. Yo recuerdo algunas de las que caí preso y que hoy, me avergüenzo. Por ejemplo, durante unos años me movía en el medio financiero en NY y entonces debía tener mis camisas con mis iniciales bordadas, de mancuernillas y usar solo corbatas de cierta marca, porque era el deber ser para pertenecer. O al enfrentar mi divorcio, que fue un pedo mundial en mi interior, ya que desafiaba el deber ser de un matrimonio para toda la vida. Y en estas controversias uno va perdiendo foco, tiempo y energía, por andar queriendo satisfacer a los demás.
Preciso por esa razón es por la que reflexiono sobre el tema. Uno no tiene por qué subyugarse a creencias o condicionantes y dejar pasar tantos años para hacer lo que desea o le interesa y liberarse de esas pendejadas. Y no, no es egoísmo, pues eso sería empecinarme en que los demás hagan lo que yo quiero; esto se llama tener amor propio.
Pero entonces ¿qué hago con esos “deber ser” que traigo a cuestas?, pues yo diría, que fuera de los legales y éticos, los demás hay que desafiarlos. La vida es para hacer lo que a uno le parezca sin transgredir los límites del otro, pero tampoco que otros impongan y vulneren los míos. Yo no te puedo ni debo imputar nada, pero tú tampoco. Hay una gran satisfacción cuando se consigue hacer lo que se quiere; diría yo que es una especie de gusto culposo vencer a la corriente. Es una irreverencia deliciosa que, en este caso, es super bienvenida.
Paremos ya la enfermedad de estar dispersando “deber ser” a diestra y siniestra. Desafortunadamente, como buenos borregos hijos de familia, ciudadanos o creyentes de determinada religión (si lo somos), allí estamos continuando la tradición de esparcir el virus del “deber ser” y su enfermedad del “qué dirán”; contaminando hijos, familia, amigos y todo aquel que se nos ponga enfrente y nos da la oportunidad de espetar una opinion. Por favor, ¡paremos ya!
Ahora, si uno está contento con sus creencias y sus “deber ser”, pues adelante y sea feliz. Esta en todo su derecho. Pero mucho se agradece que lo disfrute para sí mismo y no para inocular a los demás, incluso a sus seres más queridos. Yo estoy seguro que todos los “deber ser” que me transmitieron mis padres, lo hicieron con el mayor amor del mundo, pero válgame, fuera de los de la ley y éticos, el resto debieron dejarlos a mi elección, pues algunos de ellos limitaron mi pensamiento, convirtiéndose eventualmente en una carga tal, que ¡ah como me ha costado quitarme!
Mejor evitemos transmitir condicionamientos. Enseñemos a cuestionar y a promover la capacidad de elegir en libertad lo que uno quiere o le interesa. Vivamos libres de juicios y opiniones (sobre nosotros y los demás), afrontemos nuestras creencias limitantes y digámosles adiós. Si nos aplicamos en esto, Al Chile que podremos dejar el yugo del “deber ser”, sepultar el fantasma del “qué dirán” y disfrutar la vida plenamente. Nada más poderoso potencia a nuestra vida que hacerlo con libertad y, por consiguiente, dejando a los demás vivir en libertad también.